Cultivando
No es necesario ser
un agricultor para entender que una buena cosecha se fundamenta en saber cómo
se siembra y el cuidado persistente que se requiere para obtener la mies deseada.
Sembrar, regar y cosechar son pasos completamente distintos pero tan entrelazados
que dependen entre sí, la alteración u omisión de uno de ellos no permitirá continuar,
no se puede querer llegar al final si ni siquiera hemos empezado. Una vez
empezado debemos entender que la clave entre sembrar y cosechar, está en regar
y perseverar.
1. El arte de sembrar: el éxito de sembrar
depende de tres factores, el suelo, semilla y el momento adecuado de plantar.
Tanto la calidad como la composición del suelo son necesarios para el
crecimiento y mantenimiento de nuestro cultivo. La acción de arar la tierra es vital para la
supervivencia de la cosecha, facilita la circulación de agua, destruye las
malas hierbas y ablanda el suelo. Una vez analizado y acondicionado el suelo, el resultado de nuestra siembra dependerá de
la calidad de la semilla.
Las semillas con daño mecánico, climático o
por excesiva humedad forman semillas de bajo vigor, originando plantas frágiles que producen menos y afectan al rendimiento del cultivo. El momento
adecuado para plantar depende de la resistencia o la característica del cultivo
que queremos tener, algunas resisten a climas cálidos y otras a climas helados.
En Ecuador el mejor momento para cultivar maíz son en los ciclos de invierno
por ejemplo.
No
midas el éxito por la cosecha de hoy. Mide el éxito por las semillas que plantas
hoy.
“Robert
L. Stevenson”
2. La paciencia de regar: parte del resultado
de nuestra cosecha es el cumplimiento de ésta tarea básica pero muy complicada de
realizar. Se debe regar regularmente sin correr el riesgo de caer en el exceso,
en el encharcamiento, es mejor regar con suficiente agua con menos frecuencia
pero a fondo, que poca con más frecuencia y superficial.
El riego superficial provoca raíces poco
profundas que generaran plantas que no sobrevivirán durante el clima cálido. Siempre
se debe regar hasta que el agua alcance la zona de las raíces pero esperar que
primero se seque antes de regar para que promueva un buen crecimiento de sus
raíces.
La
tarea del educador moderno no es talar selvas, sino regar los desiertos
“Clive
Staples Lewis”
3. La alegría de cosechar: es entender que
llegó el momento ideal, el final de la meta en obtener
el resultado anhelado. Es la consumación de la etapa del cultivo y el inicio
de la preparación para el mundo exterior. Todo agricultor sabe que la alegría
de cultivar es realizando el más mínimo daño al pedúnculo, porque sabe que si tiene buena raíz seguirá dando buenos frutos.
La cosecha es la época del año en que sus
frutos están maduros, el cambio de color es el síntoma externo más evidente de
la maduración, esta maduración siempre debe coincidir con la demanda de un
mercado.
La
ley de la cosecha es cosechar más de lo que se siembra. Siembra un acto, y
cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosechas un carácter. Siembra un
carácter y cosechas un destino
“James Allen”
Deseamos cosechar muchas cosas, nos gusta recolectar
lo mejor, nos agrada que todo salga bien, nos alegramos por querer ver buenos
frutos, los buenos resultados, pero cuando no es así, nos decepcionamos,
entristecemos, nos enojamos y comenzamos a buscar un culpable, condenamos al
sistema, al calentamiento, el tiempo, creemos que el universo conspira contra
nosotros por no ver una buena cosecha. Pero simplemente nos hemos olvidado
de sembrar y regar. El secreto de nuestras vidas, de nuestras decisiones y de lo
que queremos ver en nosotros y sobre otros, está en lo que sembramos, en lo que estemos dispuestos a
plantar.
Gran parte de nuestros fracasos está en no
saber cómo plantar, en discernir cuál es el momento justo de hacerlo, queremos
sembrar en tierras (corazones) difíciles de arar, donde su calidad está llena
de orgullo y soberbia, mucha confianza y presunción, manipulado y engañado. Nuestro
arado deberá eliminar aquellas malezas que perturben lo que deseamos cultivar,
el mejor momento es cuando exista una buena calidad de suelo para sembrar, cuando la
humildad sea el sinónimo de aprender, desaprender y reaprender.
La semilla que deseamos sembrar debe ser pura,
real y auténtica, no debe estar alterada, si deseamos sembrar honestidad no
debemos mentir, si queremos sembrar amor no debemos odiar, si anhelamos
esperanza no debemos dejar de creer. Parte de lo que obtendremos dependerá de
la profundidad en que plantemos, si la raíz
es superficial lo que sembremos se marchitará muy rápido, estos son aquellos
que se emocionan con facilidad por mejorar, pero cuando ven lo complicado que
conllevan los cambios se marchan. Estamos rodeamos de emocionalistas, el cuadro
más característico es al conseguir un trabajo, nos emocionamos y queremos
cultivar ser un buen trabajador pero cuando apenas comenzamos ya deseamos
renunciar. Asegurémonos de generar raíces profundas, hombres que tengan
convicción no emoción. Los mejores nutrientes se reciclan a mayor profundidad a
través de su raíz y regresan mediante sus hojas.
Hoy sembramos y mañana queremos cosechar,
olvidamos que la clave de la cosecha esta en su riego, plantamos buenas
semillas pero nos olvidamos de regar o lo peor aún, regamos demasiado que
terminan por ahogarse. Relegamos que el arte de cultivar es con
responsabilidad, de nada servirá mejorar la calidad del suelo si
abandonamos nuestra plantación, porque
al no cuidar volverán las malezas a dañarlo todo. Nuestro riego y cuidado sean
constantes pero no asfixiantes, existe esa frágil línea de pasarnos por
completo, sembramos amor y nos gusta tanto que terminamos ahogándolo. No es
necesario que nos convirtamos en perseguidores, es importante demostrar que
siempre estamos allí para seguir dando nuestro apoyo.
Ubicamos fecha para cultivar pero ignoramos
que la maduración no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Perdemos
la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos. Nos cuesta
mucho esperar, no precisamente porque perdemos paciencia sino porque vivimos en
un agitado mundo que nos exige a no esperar, apuramos al chofer de una taxi,
queremos que nuestros hijos crezcan rápido, deseamos que los días pasen
volando, incluso nosotros mismo hacemos las cosas apuradas. Pero un proceso que
exige aprender nuevos hábitos, nuevas acciones, necesita de dotes de paciencia
y consagración. Queremos cultivar buenas calificaciones sin antes haber sembrado
el arte de estudiar.
Algunos sólo se dedican a sembrar, otros a regar, y un gran número a cosechar, independientemente en la situación en que nos encontremos no dejemos de sembrar, no nos cansemos de regar, y recordemos que cosecharemos según lo que nosotros hemos plantado.
Los
que están en el suelo rocoso son los que reciben la palabra con gozo cuando la
oyen, pero no tienen raíz. Creen por algún tiempo, pero en el momento de
la prueba se apartan. La semilla que cayó entre espinos son
los que oyen, pero a medida que avanzan en su camino, los ahogan las
preocupaciones, las riquezas de la vida y los placeres, y no maduran. Pero
la semilla en buena tierra, éstos con un corazón noble y bueno, que escuchan la
palabra, retenerlo, y dan fruto con perseverancia.
Lucas
8:13-15
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