Listos para partir
Bajo
la luz de la luna y en las sombras de las estrellas deseamos con fervor que el
día aparezca, anhelamos un mejor día borrando las horas del ayer, y queriendo
olvidar los recuerdos del mañana.
El
16 de abril del 2016, sin duda será un día que no podré olvidar con
facilidad, experimente al igual que todos los habitantes de las regiones
costeras del Ecuador el poder de la naturaleza y lo frágiles que somos como
seres humanos. La naturaleza nos recordó que no somos tan importantes para
ella, como lo es ella para nosotros, somos tan frágiles que nuestro ser se
quebranta con el rugir de la tierra. Sufrimos un movimiento telúrico que hizo
estremecer hasta lo más profundo de nuestros huesos.
Era
alrededor de las 19:00 horas cuando ocurrió el sismo, recién llegaba a casa, y
en tan sólo un pestañear de un ojo comenzó a moverse la tierra con gran
intensidad (7,8 MW), empezaron a caerse objetos y la energía eléctrica se fue, mamá entró en
crisis de pánico y mi casa se convirtió en un laberinto para encontrarla, cuando
la encontré sólo me importa su estado, la abracé y sequé sus lágrimas, sólo me
importaba ella porque sentía la convicción que mi casa resistiría. Una vez calmada la situación salimos de casa, gracias a Dios por el sector donde vivimos no
pasó mayores cosas, sólo unas cuantas casas agrietadas y ciertas paredes
caídas. Nunca vi a la luna brillar como en estos días, quizás porque las
lámparas opacan su claridad, no había luz eléctrica pero nos bastó con el
resplandor de la luna, una señal de que Dios aún extiende su misericordia para con
nosotros.
El
día siguiente salí a recorrer la ciudad, me sentí desbastado e impotente. La
ciudad que me vio nacer estaba en ruinas, la falta de servicios básicos como luz y
agua, filas interminables de vehículos en las gasolineras, calles destrozadas,
vidrios rotos, postes caídos y sobre todo edificios derrumbados. Personas llorando por las cosas que han perdido y por las que tanto han luchado, gritando
por aquellos amigos o familiares que quedaron atrapados entre los escombros o porque
partieron a otra vida. Sus corazones estaban tan frágiles que cualquier
noticia cierta o no influenciaba en ellos, y básicamente eso pasó. Cuando
regresaba a casa vi una escena cinematográfica donde el director era el temor a
morir y las cámaras eran de destrucción, observé como hombres, mujeres y niños
corrían sin parar por el supuesto rumor de “Tsunami”, una escena al estilo de Hollywood, pero en 3D, era real. Gracias a Dios sólo fue un rumor falso, pero con un costo elevado de heridas.
Hay
mucha destrucción y mucha necesidad, gracias a Dios que ha puesto solidaridad en el corazón de todos los ecuatorianos y de países hermanos, estamos saliendo adelante
cada día, pero aún se vive con temor, hasta el momento han existido más de 600
réplicas de sismos, han sido leves pero algunas han provocado las vigilias de
todos. Esto ha sido muy devastador para nosotros, nos llevará tiempo poder restaurarnos completamente,
sin embargo ¿Qué hemos aprendido de todo esto? tal vez responderán que debemos construir
estructuras antisísmicas, capacitar a más personas sobre los desastres
naturales, que el gobierno debe tener fondos para cubrir todos los daños causados por el terremoto, ahorrar y valorar el consumo de agua, energía eléctrica y
comida. Sí, tienen razón pero hay algo más.
Lo
que debemos aprender es que la vida es imprescindible y debemos estar
preparado, nadie sabe el día, la hora ni el mes, con tan sólo pestañear todo
puede cambiar a nuestros alrededor, somos un país que no está acostumbrado a
pasar por éstas catástrofes naturales, por lo tanto debemos estar listo. Nadie
esta preparado para enfrentar una situación como ésta, cuando vemos noticias en
otros países de fenómenos naturales sólo sentimos pena por ello, pero vivir la misma situación es diferente, se siente angustia, desesperación e impotencia.
Por ende más que estar preparado en cosas materiales es estar preparado
hacia donde iremos después de la muerte.
Las
cosas físicas se pierden, se deterioran y se recuperan, pero nuestra vida no, estar
preparado o tener nuestras maletas listas para el viaje sin retorno no es una
tarea fácil, ya que consiste en examinarnos a nosotros mismos para no ser
juzgados. Examina tu vida, y cuenta cuantas acciones buenas has realizado y si
éstas superan a las malas, analiza si tu vida está llena de enemigos o personas
que desean el mal para ti, reconoce si tienes un tema pendiente que aún debes
resolver. No dejes cabos sueltos, no dejes nada inconcluso, vive de tal manera que seas de bendición para los demás, simplemente vive según la voluntad de
Dios, amando a nuestros prójimo como a nosotros mismo, sin problemas, sin
enemistades, sin resentimientos, sin avaricias y sin vanidades.
Recuerda, tenemos una vida incierta, no sabemos cuando se terminará, por lo tanto vive de tal
forma que estés preparado para partir, que no te preocupe dejar tus cosas por tomar el vuelo sin retorno de forma inesperada, es el momento de resolver todos tus asuntos
pendientes, es la hora de comenzar hacer las cosas para el cielo y no para la tierra. No estoy diciendo que dejes de trabajar por lo que sueñas, no, lo que trato de decir es que no vivas de una manera que tu primera prioridad es conseguir tus sueños olvidando o dejando pasar tiempo que puedes compartir con otros, porque los tesoros de la tierra quedan pero otros los disfrutan, pero los tesoros
que hagas para el cielo lo disfrutarás por la eternidad. El primer paso para estar preparado es arrepentirte de corazón por todo lo malo que hayas hecho y comenzar hacer las cosas según la voluntad de DIOS.
Pero del día y la hora nadie
sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino sólo mi padre. Por tanto, también
vosotros estad preparados; porque el hijo del hombre vendrá a la hora que no
pensáis.
Mateo 36; 44
No os hagáis tesoros en la
tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y
donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí
estará también vuestro corazón.
Mateo 6:19-21
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