No cambiados
La
humanidad está diseñada de tal forma que se distingue entre sí, y aunque no nos
guste ésta diferencia no podremos cambiarla o conmutarla, pero sí podemos forjarla.
Un
error frecuente es pensar que las personas pueden cambiar, y las personas no cambian, así es nuestra
genética, es la razón por la que varias clínicas de rehabilitación están llenas
de pacientes que recaen una y otra vez. Nos equivocamos al querer cambiar
nuestra presentación de fábrica, nos aferramos a actuar de tal forma que
fingimos ser otra persona, pero tarde o temprano se caerá el telón de las
apariencias.
A menudo observamos que personas inundadas y motivadas por sus emociones prometen cambiar su forma de ser, pero al cabo de un determinado tiempo o en situaciones difíciles relucen su verdadero ser, son esos momento donde se nos viene a la mente la frase como ¡No pensaba que era así! La razón es muy simple, las personas no cambian y mucho menos basándose en emociones, porque ellas son transitorias. No se trata de cambiar, se trata de tener una actitud de dominar y conquistar nuestra forma de ser.
A lo largo de nuestra formación, nuestra vida será como el barro en las manos del alfarero, en ocasiones no importa qué tipo de barro sea, porque al final barro es, un material pegajoso, sin forma y manejable, requiere de agua a fin de hacerlo flexible y bastante suave para que sea capaz de usarse, se necesita amasarlo al punto que quede libre de terrones y llegue a su densidad oportuna.
Nacemos
con una combinación de rasgos congénitos que afectan nuestro comportamiento,
están dispuestos genéticamente en base a la nacionalidad, la raza, el sexo y otros
factores hereditarios. No se pueden cambiar, sin embargo nuestro temperamento
natural (el barro) es modificado por la formación que recibimos en nuestra infancia,
educación, actitudes, creencias, principios y motivaciones básicas. Es el alma del hombre, constituida por la mente, las emociones y la voluntad.
No podemos cambiar, somos un barro, nuestro temperamento nos da nuestra identidad, ¿Cómo fuera el mundo si todos pensáramos igual ? de seguro fuera un caos. El mundo necesita del gozo de un sanguíneo, la fidelidad del melancólico, el buen humor del flemático o el optimismo de un colérico. Así nacimos y nadie lo puede esconder, debemos dominarlos y no dejarnos llevar por ellos, no se puede estar riendo en donde se necesita silencio, no se permite estar indeciso cuando se requiere ser enérgico, no se puede estar indiferente cuando se necesita llorar, y no podemos estar llorando cuando necesitamos sosiego.
Nuestro temperamento nos identifica, domínalos para bien, Dios te creo de tal forma que puedas tener autoridad sobre ellos, él irá perfeccionándote cada día, quitando o dando acciones para desarrollar un buen dominio, ese es el verdadero cambio, y conforme vas avanzando vas moldeando cada día tu forma de ser, comenzarás a darle forma a tal punto que será de edificación para otros. A muchos no nos gusta nuestro carácter, pero ¿Qué podemos hacer? cambiarlo no podemos, pero si moldearlos y sacar el mejor provecho de ello.
A
pesar de todo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros el barro, y tú el
alfarero.
Todos somos obra de tu mano. Isaías 64:8
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