NO SON SUFICIENTES
El
último recurso que tienen los hombres para buscar compasión, piedad, perdón, misericordia
e incluso lástima, son las lágrimas. Pero realmente, es nuestra lágrima la
respuesta correcta que grita nuestro ser interior ante una circunstancia
predecible.
Sabías
que los cocodrilos sueltan lágrimas cuando devoran a sus presas. Según algunos
estudios detallan que sus glándulas
salivares están muy cerca de sus glándulas lacrimales, por lo tanto, se
estimulan constantemente, lo que hace que el animal llore mientras come.
“Los cocodrilos vierten lágrimas
cuando devoran a sus víctimas. He aquí su sabiduría”
Francis Bacon
Las
lágrimas son la base de nuestro llanto, y que en cierta forma nos acompañan
casi todo el tiempo, prácticamente “vivimos llorando”. Pero en esta ocasión no
me referiré aquellas que son provocadas por sustancias irritativas en nuestros
ojos, como las cebollas. Ni las que son provocadas por emociones externas a
nuestros conocimientos, tales como ansiedad, desagrado, impotencia, dolor, odio
o frustración. Me referiré aquellas lágrimas que son consecuencia ante una
decisión mal tomada, pero con la esperanza de tener un final feliz.
“Si lloras por no haber visto el
sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”
Phil bosmans
El
llorar es sinónimo de sufrimiento, el límite de desespero y aflicción, pero mal
utilizado. Hemos llegado al punto de querer convencer a otros sin evidencia,
sin amor, ni acciones, solo nos basta llorar. En ocasione pensamos que es la
mejor respuesta ante los mismos malos resultados conocidos, por no optar un
mejor accionar.
Cuánto
de nosotros pensado que al mal resultado de nuestras decisiones lo justificamos
con llorar, pero permíteme decirte que esas lágrimas no serán suficiente si
tenemos una secuela de fracaso sin aprender. Con frecuencia ante un mal
desenlace, el primer consejo de nuestros seres queridos es desahogarnos en un
mar de lágrimas, pero de que sirve desahogarse si nunca aprendemos a nadar
sobre ese mismo mar, si no entendemos aún, que no es lo mismo llorar por
remordimiento que por arrepentimiento.
“Las lágrimas de angustia irritan y
excitan; pero las de arrepentimiento son las que limpian”
Miguel de Unamuno
He
tenido la posibilidad de conocer a personas que pasan llorando por las mismas
situaciones una y otra vez, lamentándose las veces que sean necesaria para
sentirse mejor, tanto que podemos llegar a pensar que han aprendido de sus desaciertos,
pero ante una nueva oportunidad sigue teniendo la misma secuela. Un claro
ejemplo de ello, son aquellos que piensan que por tener o conocer algo en
concreto, no optan por una preparación previa, y ante una prueba inminente siempre terminan
cayendo. Entonces, no se debe llorar, ni lagrimear para optar por una actitud
de reflexión, puesto que las lágrimas que más duelen son las que no se lloran.
La
sensación de culpa que culmina en lágrimas, se llama remordimiento, ese
sentimiento que experimenta una persona cuando cree que no ha actuado de manera
correcta, sin embargo, sigue actuando de la misma forma. Siempre está asociado
a algo del pasado, y que sigue de la misma manera en el presente: Como cuando
se le pide disculpas por el mal trato a otros, pero al final se mantiene el
mismo tacto. El cocodrilo llora cada vez que come, llora sabiendo lo que hace,
sin embargo, lo sigue realizando las veces que le sea necesario.
“Uno de los arrepentimientos más
grandes de la vida es convertirse en lo que otros quieren que te conviertas, en
vez de ser tú mismo”. Shannon Adler.
El
sentimiento, pero que en realidad se trata de una decisión que se toma después
de un mal paso en la vida, es el arrepentimiento, es decidir no volverlo hacer.
Llorar de forma arrepentida suele referirse al cambio que hace una persona
respecto a sus pensamientos, acciones u obras previas. El arrepentimiento es un
fundamento para nuestras vidas de una constante transformación. Son las lágrimas
que valen, las suficientes, las que son necesarias en nuestras vidas.
La
diferencia básica entre el arrepentimiento y el remordimiento es que el primero,
vuelve a empezar de nuevo, y la segunda, continua donde se detuvo. Llorar ya no
es suficiente, porque más que llorar es accionar, es sentir lo que hacemos y
remediarlo desde el principio, es aceptar que nos equivocamos y volver a
empezar de una mejor manera, de esa es la diferencia.
“Ríe y el mundo reirá contigo;
llora y el mundo dejará que llores solo”
Charlie Chaplin
No
pretendamos que nuestras lagrimas tengan valor cuando nuestros hábitos la
devalúan. No lloren si salen mal en un examen por no estudiar, ni culpen a la
vida por no obtener lo que desean si no trabajan para conseguirlo. No gasten
sus lágrimas cuando malgastaron sus responsabilidades. Aceptemos que nuestra
credibilidad va más allá de llorar. Necesitamos crear una sociedad que entienda
que nuestras lagrimas no son la respuesta a las circunstancias predecible,
aquellas situaciones que sabíamos que no está bien, y nos aferramos a que nadie
lo notaría. Necesitamos entender que nuestras lagrimas solo son la excusa
perfecta de la felicidad y no el escape perfecto de incomodidad. Llora por las
veces que seas necesaria, arrepiéntete las veces que necesites, pero no llores
por lo mismo siempre, porque las lágrimas no son suficientes.
Porque la tristeza que es conforme
a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación,
sin deja pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte
2 Cor 7:10
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